domingo, enero 15, 2006

Anécdotas de Correos 17/06/2001

               ANÉCDOTAS   DE   CORREOS

     Tengo que decir que mi etapa laboral ha sido de treinta y ocho años cumplidos íntegramente en Correos, y como es natural algo he tenido que ver  en ese tiempo; vivencias postales, unas jocosas y otras mas serias, ya que mi oficio era de cartero, aunque hoy se llama Auxiliar de Clasificación y Reparto; ¿ se imaginan cuando el cartero de toda la vida llama a su puerta para hacerle entrega de un objeto, carta, giro, etc., y le dice: el auxiliar de clasificación y reparto que le trae un giro, por favor abra la puerta –por ser este mas apetitoso, vamos-, no me digan que no tiene gracia el asunto.
              Bueno el caso es que de anécdotas, mas bien jocosas y guasonas , la vida de un cartero está llena de ellas. Mi tío Miguel, que también fue cartero en Melilla, como mi abuelo, otro tío y un primo - pertenezco a la tercera generación de la saga postal de mi familia-,  en la cartería de Melilla se recibió una carta en la que por dirección solamente figuraba el mapa de España, una flecha indicadora que nacía en Barcelona y pasaba por Madrid, Málaga y cruzaba el charco hasta Melilla. Donde están situadas las Baleares había dibujado una fuente y un río con el emblema de La Legión y tres estrellas de capitán. La procedencia y el destino eran un poco sencillas, pero el destinatario ya era cuestión de averiguarlo. Entre todos los carteros de Melilla se pusieron a mirar y remirar el sobre haciendo verdad el dicho famoso que existía en Correos hace años de: a la carta y a la mujer hasta el culo le has de ver.  Esto era debido a que muchas cartas que circulan  en Correos  hay que  leer las direcciones desde todos los ángulos por lo ilegibles que  escriben, algunas personas, los nombres de calles y plazas. Bien, pues resulta que la carta con el jeroglífico de las estrellas, el río y la fuente era para un capitán de La Legión que se llamaba De la Fuente Río; anda que el remitente no tenía guasa ni nada.
     Hay otras anécdotas pero estas ocurrieron en Málaga, ciudad donde he prestado mis servicios en el transcurso  de tres décadas. Dos de ellas le ocurrieron al cartero que hacía su reparto en el puerto de Málaga. Resulta que este compañero al acabar su reparto informó en el respaldo de una carta el siguiente  informe:  “ El velero Azafranes no ha tenido entrada en este puerto “. Hasta ahí todo correcto si de verdad la carta iba dirigida a un velero que  se llamaba Azafranes y aún no había atracado en ese puerto, pero lo que en verdad figuraba en el destino era: Melero, Azafranes, Puerto de Málaga. Por lo visto sería para alguien que se llamaba Melero, que tenía una oficina en el puerto y vendía  azafranes; así de sencillo.
     A este mismo compañero le ocurrió otra anécdota, pero esta fue mas gorda. Como saben,  los carteros deben entregar todos los objetos certificados y giros bajo firma  de los destinatarios de los mismos. Allá por los años cincuenta este hombre subió a un barco atracado en el puerto de Málaga para hacer entrega de un giro dirigido a una persona embarcada en el mismo; cuando lo entregó se encontró con un viejo amigo y empezaron a charlar en su camarote sin acordarse de nada, pero al despedirse, este cartero en vez de encontrarse la escala junto al muelle lo que vio fueron las  lejanas  playas de Málaga.  El  destino del barco era las islas Canarias, y como es lógico ya no  podía volver hacia atrás. Por lo visto este buque hacía escala en Cádiz y fue en esta ciudad donde mi compañero pudo desembarcar y volver a Málaga con la correspondencia que le quedaba aún por repartir. Hay que aclarar que esta correspondencia se entregó con dos o tres días de retraso con la consiguiente bronca  y escritos  de los jefes de aquéllos  años para el cartero del puerto de Málaga.
     La siguiente anécdota  es referente a una autorización por escrito, de hace mas de veinte años, sobre el pago de un giro por el compañero “Papa” q.e.p.d.; le llamábamos así, no porque fuese mayor, sino porque su hijo estuvo cinco días  estreñido sin hacer caquita, como decía el. El hombre  anduvo muy preocupado, transmitiéndonos a los mas jóvenes  que nos encontrábamos a su lado  en la misma mesa un sentimiento de dolor y pena  -varios compañeros teníamos hijos con edades de guardería-, debido a que su “bebé” llevaba cinco días sin evacuar. Pero cuando otro compañero, el inolvidable Antonio Ponce,  nos dijo que el hijo de Manolo  García  tenía dieciocho años, le trajimos como obsequio una lavativa de las antiguas para que el “bebé” pudiera jiñar. Con dieciocho años no se hace caquita, se jiña, como le dijo Antonio López Yeto, otro que tenía mas gracia que dinero.
     Este Manolo García, “Papá” para los mas íntimos, vino un día después del reparto con una autorización de lo mas singular y pintoresca que pudimos ver en la cartería de Málaga. La autorización decía así: “Que si, que lo cobre mi cuñá”, sin mas firma ni fecha, en un papel de estraza de los antiguos que envolvían los mandados en las tiendas, todo guarrindongo y lleno de lamparones de aceite. Manolo nos explicó que el día anterior había estado en un domicilio para hacer la entrega de un giro, y no encontrándose el  destinatario del mismo para cobrarlo, un familiar le dijo que estaba autorizada por su cuñada; Manolo,  que era un santo varón, para que la señora no tuviese que desplazarse al Parque  (Correos antiguo), le dijo que si la autorizaba se lo pagaría al día siguiente. Ese era el motivo de la célebre frase: “Que si que lo cobre mi cuñá “, tan pronunciada en el negociado de giros de Correos de Málaga para dar fin, con mucha guasa, a alguna conversación  en plan de cachondeo entre los compañeros. El giro se pagó y la autorización estuvo colgada durante mucho tiempo en una pared del Palomar, habitación construida  en el antiguo edificio que fue nuestro negociado de giros y retrete de todas las palomas que vuelan por el cielo de Málaga.

                                        Málaga Junio 2001