domingo, enero 15, 2006

Fragmentos de mi memoria 27/12/2001

               FRAGMENTOS   DE  MI  MEMORIA

     Cuando en Melilla el sol hace flotar vapores de plata y las estrellas parecen temblar como diamantes en las claras noches del verano, todo se llena de perfume y de un rumor apacible y con la luna blanca rayando en el mar luminoso, que mas bien parece invadir la arena de sus playas.  Aunque hay veces que ríe embustera con un lacito de nubes blancas y el sol ardiente, cabreado quitárselo quiere; y solo es para que pare de dar vueltas y nos  deje ver su oculta cara.
     ¿ Alguna vez no se han parado a oler el aire tibio que se respira en la ciudad que hace que los pájaros vuelen con esa alegría cantora llamando desde el Lobera a sus hermanos que viven en el Hernández.  Se que mucha gente los escucha, me consta que todos los poetas y los que aman la poesía en Melilla se embelesan con sus trinos, como aquél señor que siempre llevaba una libreta en la mano y cuando se sentaba en uno de los bancos de la plazoleta del Lobera, a veces junto al guardaparques Garrido, siempre miraba al suelo y cuando levantaba la vista para mirar al cielo azul cercano a los muros de la Disciplinaria y al frontón parecía extasiado en sus pensamientos.  Fumaba unos cigarros de picadura que liaba con lentitud, como en una ceremonia procesional; otras veces sacaba dos o mas paquetes de Goletas o Delfines y luego encendía un mechero de yesca  con la mecha colorada sin llama, solo con la lumbre, era por el viento, decía, donde se encendía su cigarro aspirando el humo con fruición y volviendo a sus pensamientos que de vez en cuando plasmaba en su negra libreta.    
En nuestra ciudad siempre ha habido hombres muy galantes que le decían requiebros y piropos a las mujeres; hoy ya no se estila.  Que pena que una joven que vaya luciendo su palmito por el paseo marítimo junto a la playa de Melilla no pueda escuchar lo que un muchacho le diga, por ejemplo : “Una gota de agua en la rosa / los andares de una joven bella / y contemplando como lamen las olas la orilla de éste mar  “ /.   Ya se, ya se que pueda sonar un poco cursi en los tiempos que corren pero no me negaran que a una muchacha joven no le gustaría oírlo en la actualidad.  
Los colores, pienso que son la música de los ojos y la que suena debe ser de los oídos.  
     A veces cuando oigo en el parque de Málaga la música que los arboles dan a sus ramas me viene a la memoria los vientos que azotaban los tejados blancos de las casas de las calles Castellón y Duque de la Torre, se llame como se llame actualmente ésta calle, me importa un bledo, para mi será siempre mis calles Duque y Castellón. Desde el monte de la batería de costas, arremolinados a la verja en espera del cañonazo de las doce del mediodía, los niños parecíamos peleles llevados por un Eolo juguetón que a veces hacía cabriolas con nuestras cometas de  cañas forradas de papeles de colores y pegados con engrudo en nuestras casas. Eran los juegos mas deliciosos y divertidos que podíamos disfrutar con tan solo  unas cañas como flechas, un ovillo grande de hilo fuerte tratado con cerote por uno de los zapateros hebreos del Rastro, harina para el engrudo y papel de celofán de la papelería La Española, bien despachado por Guillermo, hombre que siempre lo felicitaban por los adornos de sus escaparates en las fechas de la Navidad.  Hoy son de plástico sin alma y las venden confeccionadas; las que hacíamos los niños en nuestras casas tenían la humildad de la hechura de nuestras pequeñas manos y parecía que nos gritaban con su delirio desde las alturas de Ataque Seco.
     Para mi la poesía puede ser estática o de balanceo, como las olas que golpean las rocas o acarician la arena de la playa; van y vienen formándose una tras otra.  Siempre me ha gustado cantarle a nuestra ciudad, que le vamos a hacer, canciones rudimentarias pero llenas de amor en la distancia desde ésta orilla peninsular.  “ Antaño fuiste la hija de Marte/ hogaño madre de encontradas culturas. /Cuando nací Melilla en ti/ por tu cuenta me cogiste/ y aun no me has soltado/. Eres el caudaloso manantial / donde mis primeras aguas bebí y / donde mi amor floreció en la lejanía/. Mas tarde, tu con Ana me casaste/ y los que la vida me dieron, te llevaste. / Que interesada eres con tus hijos, / ambicionando siempre nuestro amor. / ¡Ay!, Melilla, solo quieres que te quieran /.
     Hay gente que la nostalgia llega a apoderarse de ellos matando su ser y su idiosincrasia.  Por suerte a mi nunca me ha llenado de cadenas esa nostalgia por mi ciudad, siempre la llevo con alegría y recordando las vivencias.  Hay veces que las ascuas del recuerdo  sueltan llamaradas al ser atizadas con el liquido inflamable de la  insidia  y la felonía en vez de hacerlo con lealtad y nobleza que es lo que  Melilla se merece.
     El pacto tácito que hice con Melilla al enamorarme de mi esposa fue que jamás me quitaría las cadenas de mi cuna.  Ana, mi mujer es una exponente constante de ello ya que nació en uno de los barrios mas llano y nombrado de la ciudad, Del Real.



                                        Juan J. Aranda
                                        Málaga 27 Diciembre 2001