domingo, enero 15, 2006

Baños en la ensenada los galápagos Agosto 2001

BAÑOS EN LA ENSENADA DE LOS GALAPAGOS


Hace unos días vino a mi poder desde Melilla, vía familiar: “Melilla la Vieja 1986-1996”, Antología Poética Ilustrada, de Juan Garbín y Eladio Algarra, editada por la Consejería de Cultura de Melilla. Aunque están escritos para los fastos de 1997, 5º Centenario de Melilla española, los poemas de ambos autores están llenos de colorido y armónica verdad de tiempos que todos recordamos. A medida que los vas leyendo te das cuenta que están llenos de frescura actualidad. A uno, cuando le da la vena sentimentaloide, rememora vivencias íntimas como hacen ellos en sus poemas. A veces lo que nos parece lejano en el tiempo se vuelve a lo real, al momento que estamos viviendo. Pensando en todo lo bonito, primoroso y luciente que hayamos visto en la vida, si lo ponemos todo junto entonces vemos algo dichoso. En el poema “El Mantelete”, Algarra describe con crudeza cuán distinto es el Mantelete hogaño (como dicen en Velez) que el de antaño. “... Triste Mantelete, sumido en tus soledades, /....un Mantelete falto de sus motivos peculiares: / alegría y color, exotismo y animación de antaño” . Que razón tiene, y que diferente es actualmente si no lo cambian para mejor.
Juan Garbín al parque Lobera le dice: “...Vergel de pinos/ celosamente guardados/ por la cercana tapia / que los abraza /”. Preciosos los versos de ambos. A este parque le tengo un entrañable recuerdo porque mi niñez la pasé en él correteando impertinente por todas sus pequeñas y estrechas alamedas; los partidos en el frontón, cercano al muro del fuerte de San Carlos, lo que era la Compañía Disciplinaría, (esos soldados pelones, que nos devuelven los balones desde su cuartel, parecen que están castigados) es la Tapia de Garbín que lo abraza. Mas de uno de ellos saltaba la tapia y se unía a nosotros para jugar al fútbol.
Otra de las sorpresas gozosas es la noticia en este mismo diario del 15 del corriente mes de Agosto de que van a habilitar para el baño la Ensenada de los Galápagos (también llamada de los Viejos). Por lo visto han sacado varias toneladas de basura y se van a tirar trabajando todo el invierno para que así el año que viene esté lista para zambullirse. Créanme si les digo que esa playita tiene como un encanto especial y de recuerdos de siglos. Imagínense a los barcos de los siglos XV y XVI desembarcando los pertrechos tan necesarios para la pequeña población, muchas veces sitiada, en esa playa tan recogida cuando el levante les impedía hacerlo por la parte de la Boca del León, entre los torreones de la Parada y el de las Pelotas o Bolaños donde, cuando hay levante los golpea con toda su furia. Ver, mientras estas nadando o pescando con un chambelillo, el torreón del Vigía de Tierra, el torreón de la Muralla Real con toda ella tan impresionante y majestuosa, que si gritas fuerte cuando esta en calma, la gran bóveda natural que hace entre las rocas se repite como un gran eco marino. Me dio una envidia sana ver la fotografía desde el mar con el puente y puerta de Santiago al fondo y con el foso límpio de basura. Si en aquéllos años lo hubiéramos pillado como ahora, mi amigo Rogelio no estaría cojo porque hubiéramos accedido a la playa por el Mantelete, como actualmente se puede hacer. Por cierto habría que felicitar a la persona que ha tenido la gran idea de habilitar esa playa para el baño público. De verdad que ha “estao sembrao”. Mucha gente no se extrañará si digo que a esa playita llegábamos nadando desde las rocas que hay frente a ella. Una de las rocas hace como una especie de muelle natural donde se accedía desde la Alcazaba, que es donde mi amigo Rogelio Jiménez cayó rodando desde una altura de varios metros. Si el tiempo lo permitía se podía ir nadando por todo el roqueo y coger algunos mejillones para luego regalarlos, por la cara, porque tu madre y alguna que otra hermana mayor descubría que habías ido a bañarte a la Alcazaba, y eso estaba prohibido terminantemente. Siempre era inútil negar la evidencia de las pestañas llenas de salitre (nunca he visto otras aguas con ese olor tan característico a sal y a mar profundo como las de ese roqueo), al final te pegaban un lametón en la espalda o en el hombro y bronca que te crió: ...Dios mío este niño, un día se va a matar por esas rocas. Mi padre siempre me repetía una frase que la recuerdo por lo sencilla y profunda, como todas las filosóficas: “ Juan la soledad no tiene aceras ni soportales para reguardarse del miedo”. Quería decirme que siempre fuera acompañado de amigos para que nos ayudáramos entre todos. No se si era por esa frase de mi padre, lo que si era cierto es que tenía muchos y grandes amigos, colegiales, de instituto y los mas íntimos: los músicos, que por suerte aun conservo y también he agrandado la lista en el transcurso de los años. También decían algunos cachondos que habían oído que habían escuchado de uno que dijo haber visto un monje y otras veces a un elefante marino bañándose en esa playita y lo que verdaderamente habían visto era una foca monje, los muy guasones. Conste que yo no las veía núnca, y puede que se corriera la voz para que los niños no fuéramos a bañarnos a ese sitio tan peligroso, por la bajada tan escabrosa que tenía su acceso. Ahora, que los mejillones que cogíamos eran fabulosos de buenos que estaban calentados en una simple lata. Lo de la foca monje era la noticia que de vez en cuando circulaba por Melilla, y no creo que fuera tan descabellada. Quizás algunos ecologistas actuales puedan confirmarlo.

Juan Jesús Aranda López
Málaga Agosto 2001






Publicado en “Melilla Hoy” el 29 de Agosto de 2001