domingo, enero 15, 2006

Repartos de tartas Agosto 2001


                     REPARTOS  DE  TARTAS


     Cuando salí de Melilla, hace ya casi cuatro décadas, a veces me creo que regreso de nuevo.  Era cuando me lancé a la vida contando dieciocho años y creyendo ser el hombre mas feliz de los que íbamos en el barco, dispuesto a mantener mi integridad de independencia. Poco después me di cuenta de que mis padres me hacían mucha falta y la melancolía se adueñó de mí disfrazada de alegría. Fueron los años gloriosos de mi huérfana juventud alejado de los míos.
Recuerdo las placas de las calles  de Melilla que eran azules, ahora  también son del mismo color pero de otra forma.  Esto parecerá una tontería  pero siempre ha sido una fijación en mi forma de ver las ciudades que he visitado.  En Barcelona hasta que  empezó a funcionar la Generalidad de Cataluña           -cuando vino la democracia- los letreros figuraban en castellano sin mas símbolos, ahora lo ponen en catalán, carrer (calle). En Madrid los letreros suelen ser, la mayoría, alargados y con su oso y su madroño correspondientes.  En ciudades y pueblos de Andalucía, muchos  letreros  están hecho primorosamente de  cerámica.  Los nuestros, de Melilla, cuando yo era un niño andarín (zancajoso) , como  decía mi madre,  podía ver los letreros azules pero sin el escudo de la ciudad, ahora los veo en todas las calles con el símbolo de los Guzmanes  en uno  de los  ángulos  superiores.
A veces cuando  se fija  un pensamiento es como una raíz de la niñez  que  nos  da a entender que aún existe ese niño  en nosotros,  pero  los años que van pasando son todos muy vengativos, algunos te dejan la cabeza llena de canas o sin un pelo, todo calvo; otros te ponen los huesos  llenos de artrosis  con malhumor incluido y el último tiene mas mala leche aún, es el que te regala la tía feísima de la guadaña.    
Recuerdo a un muchacho que iba siempre por la Cañada (calle de Castelar) abajo con una bandeja  de madera gigantesca  sobre su cabeza  toda llena de pasteles. Siempre era a la misma hora, sobre las dos de la tarde.  Recuerdo que los compañeros del obrador le llamaban  cariñosamente “Carpanta”. Ya se  pueden imaginar el motivo de llamarle así.  Este muchacho – que hoy será abuelo- llegó a trabajar de oficial en el obrador de  la pastelería  “La Mahonesa”. La pastelería estaba en una de las  calles perpendiculares  entre  O’Donnell y Marina  -creo que era Chacel y si no es así que me lo rectifiquen- y el obrador en la de Castelar, mas arriba del  que tenía la pastelería  “Gurugú”.  Cuando había mucho trabajo, como repartir tartas en los días de San José, 19 de Marzo, día del padre o en el de la Madre, el 8 de Diciembre, muchos niños, mas bien zagalones,  de doce a quince años, se prestaban a hacer ese trabajo y por algunas propinas les dejaban el obrador  limpio de reparto. Todos los chaveas eran de las calles cercanas y a veces tenían que llegar con la tarta hasta barrios extremos como el Tesorillo o Cabrerizas, y siempre a música de talón porque la  Camioneta  (C.O.A.) se llevaba la ganancia si subían en ella para   el reparto.  Hubo un niño que le tocó llevar una tarta el día de los Pepes a una calle del barrio obrero y el muy cachondo, mas bien hambriento, no tuvo otra cosa que hacer que sentarse en un banco del parque, que era el sitio donde debía cruzar  para llegar a  su destino, y junto a otro amigo zamparse la tarta  al mediodía.  A ese ya no lo llamaron mas para repartir pero cuando llevaba madera o leña para el horno –cosa muy común en los niños de Melilla por aquéllos tiempos- a cambio de recortes de pasteles los  trabajadores  del obrador, en vez de regañarle por haberse comido una tarta en el parque, que ya estaba pagada, le daban mas recortes y bollitos para su familia, y siempre era el mismo el que se los zampaba el muy tragón.
     Recuerdo otro obrador que había en la calle Duque de la Torre (Teruel).  Su dueña  era  la  Señora Ana y en el obrador se fabricaba  dulce de membrillo  ( siempre se ha dicho carne de membrillo) y caramelos y acabó siendo el obrador de la pastelería “La Rosa de Oro “, despacho que estaba frente a la pajarera del parque Hernández.  Esta señora Ana era una mujer muy bondadosa y también muy trabajadora. Tenía una gracia especial con los niños que iban a  envolver caramelos, “......vamos a liar caramelos a casa de la señora Ana”, esto siempre era después de las cinco de la tarde a la salida del colegio.  Allí estaban varias mujeres, algunas eran madres de los niños que se ofrecían  a hacer el trabajo.  De vez en cuando la señora Ana les obligaba a cantar  cualquier canción que se le venía a la cabeza, como alguna que otra zarzuela pero la que siempre salía era la de: ” vamos  niños al sagrario, que Jesús llorando está..”.  La Internacional ni tararearla siquiera, esa era tabú como el himno de Riego, aunque mucha gente mayor cambiaba  la letra,  por  otra  jocosa y burlona, de esas canciones  y el Cara al Sol o Montañas Nevadas no pegaba en las mujeres que habían allí,  aunque en los colegios si que debíamos cantarlas y formados antes de entrar en clase, como en los cuarteles.  Así no había manera de echarse a la boca ni un triste caramelo, y si no porqué  la señora Ana  vigilaba que todo el mundo cantase.  Al final salíamos con los bolsillos llenos  y con mas ganas de jugar por la estrecha calle Duque  donde solamente había un solo coche en mitad de la calle, el de un taxista, cuyo hijo se llamaba Pepito; actualmente creo que toda ella está llena de vehículos aparcados,  haciendo difícil el tráfico.  El progreso pasa esa clase de factura, como vivir encajonado entre los coches y las paredes de las casas.  Yo creo que mas de un vecino de esa calle, al igual de su paralela, los de Castellón de la Plana  me darán un poquito de razón y si no que les pregunten a los que viven ahí mas de cincuenta años  y verán que estas personas recordaran que andar, mas bien pasear, por esas calles sin apenas tránsito rodado donde solamente pasaban el carro de la basura,  el del borrico cargado de chumbos ”máuros”, el de la ropa vieja, que te daba un jarro de lata por un pantalón usado,  el de la cañadú , el de los helados,  la camioneta de las gaseosas  y algún que otro coche y  nada  mas, se podía hacer con tranquilidad.     Reciban un saludo.
             

                                   Juan Jesús Aranda López                                                  Málaga Agosto 2001

       Publicado en “Melilla Hoy” el 23 de Agosto de 2001