domingo, enero 15, 2006

Las mujeres de Melilla 10/07/2001

LAS MUJERES DE MELILLA

Las páginas evocadoras de mi infancia van apareciendo como una cabriola en mi mente saltando de una a otra orilla de los recuerdos y si mis pensamientos se descuidan, las imágenes de mi niñez se van colocando donde les viene en gana, pareciéndome las calles igual de grandes como cuando desde mi estatura de diez años las veía. Ahora las observo y mas bien me parecen pequeñas, vetustas y destartaladas.

Con la edad que comentaba antes conocí a un viejo sin dientes que cuando masticaba parecía que su barbilla chocaba con su narizota colorada de dipsómano. Era cómico ver al pobre hombre darle vueltas al bocado de comida en su boca, donde solo masticaba con las encías, desfigurando toda su cara con las arrugas y haciendo sonreír a la gente que, sin ningún rubor, lo miraban descaradamente.

Por aquél tiempo había en Melilla otro señor mayor, de aspecto severo, pero de ojos risueños que decía que las mujeres de Melilla tienen la gracia de Andalucía y la languidez y dulzura de África. Tenía mas razón que un santo. Me obligaba a copiar todas las frases que solía recitarme como una letanía- algún día te alegrarás de tener todo esto apuntado y veras que son realidades que perduraran durante muchos años-. Era un hombre que solía llevar siempre un libro en las manos, siendo una de sus frases mas repetidas la que Don Salvador de Madariaga opinaba de los analfabetos en España: “ Hablan como Séneca, cantan como Blake y se comportan como Luís XIV “. Comentaba que para muchas mujeres de Melilla las aguas del Estrecho son amargas y olvidadizas. El motivo solía ser por algún soldado enamoradizo con una muchacha de la ciudad que al licenciarse: “Tararí que no te vi ”. Licenciarse y olvidarse. Algunos mayores solían decir: “ Pasado el Estrecho, amor deshecho “.

Sobre los que se casaban o ya lo estaban me explicaba que la frase: “ Estar amarrado en blanca“ quería decir que estaba amarrado con cadenas a la pared y de ahí el símil del que se iba a casar: “ Te vas a amarrar en blanca “. Todo esto, decía, era heredado de la jerga y costumbres del presidio.

Mi obsesión de siempre ha sido el motivo u origen de los nombres de las calles y una de ellas, en el Tesorillo, Voluntarios de Cataluña me ponía a cabilar por unos versos que leía en casa de mi abuela de un libro de mis tíos que en Cuba cantaban los mambises sobre los catalanes, decían así:“ En el fondo de un barranco/ canta un negro con afán; / ¡ ay madre quien fuera blanco/ aunque fuera catalán ¡ / ”. Mis preguntas eran tan de piñón fijo que le hacían reflexionar y me decía que dentro de unos días me contestaría con algo concreto y verídico. Efectivamente, a los pocos días me cogía del brazo y me explicaba con todo lujo y detalles las barrabasadas que hicieron algunos catalanes en la guerra de Cuba, originando que algunos nativos sacaran esos versos. Me comentaba, que los catalanes que merecieron el rótulo de la calle del Tesorillo eran verdaderos héroes que dieron sus vidas por España en las sucesivas guerras contra nuestros vecinos. Siempre decía que las guerras son verdaderas máquinas de muerte que fabrican solamente huérfanos y dolor en la humanidad. Este hombre era una enciclopedia viviente. También y para redondear lo de las guerras decía que los cinco elementos de la misma son cinco: El líder, la disciplina, el camino, el clima y el terreno. Por eso vino el Desastre de Annual, decía, porque a los españoles les fallaron algunos de estos elementos.

Había otro hombre, pero este no era un señor, que cuando las flores del parque de Lobera parecían que dormían, el jardín se estremecía al sentir las pisadas vacilantes, escondiendo sus lágrimas de agua en la tierra. El pensil triste y solitario oía, igual que los niños, la carcajada violenta de aquél hombre orate y cruel.

En alguna parte he podido leer que la experiencia es un peine que te regalan cuando ya no tienes pelos. Ya me gustaría tener la experiencia de aquél noble señor del que aprendí tantas cosas sobre nuestra ciudad y tanta filosofía y poesía de calle. Los cuentos que solía contar eran de cosas, del mar, de las montañas, de las gentes que ríe o llora, de las penas y las alegrías que rezuman por los ojos de algunas personas, de cómo las olas conversan con los acantilados de Trápana, de cómo las gaviotas llevan continuamente recados entre las dos ciudades hermanas, porqué las conversaciones de los vecinos, en otoño, les parecían tristes y lánguidas, porqué a la envidia, pecado capital, no se le llama como decía Azorín, noble emulación. Todas estas reflexiones hoy en día me las sigo haciendo en honor a su memoria.
Este hombre, cuando paseaba sus doloridos huesos de vejez por la calle, dijo con sorna, que alguien lo llamó irónicamente sonriendo. El se fijó en una malévola mirada sin notar que era su muerte sin esperanza de vida. Le costaba morirse y al final lo hizo con todo el pescado vendido, como decía el. Hoy descansa en La Purísima, junto a su esposa; algunos creen que están callados pero solo sus almas oyen sus cantares.


Juan J. Aranda
Málaga 10 de Julio de 2001





Publicado en “Melilla Hoy” el 15 de Julio de 2001



















POEMA AL AMOR


Cuando el alma sonríe
Y los labios suspiran.
Cuando el aire lleve olores
De flores y sonidos musicales.
Cuando el alma llora y los ojos
Están quietos de lágrimas.
Cuando en un beso
Dos almas suspiran.
Cuando ocurra todo esto
Entonces es el amor





Juan Jesús Aranda López