domingo, enero 15, 2006

Vivencias de niñez 12/11/2001

VIVENCIAS DE NIÑEZ


Ya no me acuerdo donde leí que el niño que no juega no es niño o está enfermo, pero el hombre que no juega como un niño perdió para siempre el niño que había en él y que le hará mucha falta. Cuando yo era pequeño con la comunión recién cumplida y correteaba sin el permiso de mis padres por los parques Lobera y Hernández a ver patinar en éste último a los niños que tenían patines, entonces era raro los padres que podían costear ese juguete, en la pista cercana a la pajarera; qué envidia nos daban a muchos correcaminos y meones de esquinas de aquéllos años. También por el puerto al atardecer a ver a los pescadores de caña llevar el cubo de la mano todo ufanos y orgullosos de lo que habían cogido cerca de la estrafalaria roca con forma de una gran fauces a la que antaño bautizaron con el nombre de “La Boca del León” y su “colmillo” cercano al Bonete donde nos bañábamos sin ver peligro alguno porque nos creíamos, en nuestra ignorancia de niños, que las rocas de los acantilados son lugares donde el mar sube cantando, a veces con delirio, como si fuera un aria operístico y otras lamiendo y suavizando con su espuma sus picos hirientes; todo esto a pique de que el “Tío de las mantecas” nos llevara a los niños traviesos y andarríos, como decía mi abuela. Cuando murió su perro, su heraldo, Boby, un perro muy feo, me harté de llorar; siempre creí que iba a durar toda la vida, como todo lo bueno que poseemos cuando somos niños, pero cuando el camión de las gaseosas le pasó por encima supe que los perros no ladraban cuando se morían. Y aquél pescador que se mosqueaba cuando le maullábamos cuando se disponía a pescar marchándose mascullando por lo bajini algo que no le haría gracia a nuestros padres.
En aquéllos años había un hombre muy mayor que decían estuvo en la cárcel cuando el Movimiento y que era un rojo. Siempre creíamos que el apelativo era por su cara colorada y llena de salud pero era porque no estuvo de acuerdo con que Franco formara el follón que formó. Pero esa es otra historia. Éste hombre vivía en la calle de Castelar, hoy le llaman Avenida de Castelar. Quien le cambiara el rótulo de calle por el de avenida sería porque en realidad es una avenida de agua y también que a los que viven en ella les gustará mas por lo rimbombante, porque no es lo mismo vivir en una calle llena de coches y casi sin aparcamientos que residir en una avenida con los mismos coches y sin los aparcamientos, pero como sabrán, lo que realmente es una rambla, cosa que a mi personalmente me da lo mismo, seguiré llamándola calle de Castelar porque a Don Emilio, en el caso de haberlo conocido me hubiese caído simpático, por lo gran orador que fue. A los que tienen el pico caliente les dicen: “hablas mas que Castelar” y además que era de Cádiz y los de ésta ciudad suelen tener muy buen humor (léase cachondos); la muestra la tenemos en los Carnavales que le sacan punta a todo bicho viviente.
Estábamos con el señor que vivía en ésta calle. Era un anciano que decía a las madres frases como : “Deja al niño que tome el tole por los breñales”. Quería decir que se vaya el niño por el monte y corra todo lo que pueda. El monte a que se refería era el de Ataque Seco. Un amigo de éste anciano también se acercaba al corro de niños que lo rodeábamos, pero éste parecía ser mas instruido, que no mas inteligente, porque el de los breñales era mas listo que el hambre. Decía, con mucha guasa, que cuando fue mozo se bailaba la “Guaracha” y el “Paspié” en el Dancing. El instruido, que parecía ser un militar de alta graduación o un maestro de escuela de la República, de los de la Institución Libre de Enseñanza, siempre iba muy atildado en el vestir, le contestó que sería su abuela la que bailaría esos pases y no él. Claro está que éste llevaba razón porque esa moda de baile era decimonónica pero el hombre lo escucharía por algún sitio y se lo aplicó para que se supiera que en sus años mozos fue un bailón garañón. Recuerdo que una vez le dije a mi madre que cuando se pisa una mierda se pisa el reino de las moscas, “No pisad el reino de las moscas porque las atraeréis en vuestros zapatos”. Esa era la frase que solía decirnos el anciano instruido. La pobre se creía que era una mas de mis travesuras escatológicas y cuando le dije que aquél señor que vive en la calle donde ella aprendió a coser en un taller de costura, allá por los años en que Abdelkrín estaba encabronado con España, cuyo nombre del maestro sastre era Don Agapito y que me hacía tanta gracia el pronunciarlo; como la señora que llamaba a su hijo llamado Casimiro a la hora de comer con el diminutivo de ¡ Caaasi ! y yo, con mucha retranca le decía a mi madre: “Mama ahí hay una señora que está llamando un taxi”, cuando en Melilla, a los taxis había que llamarlos por teléfono a la parada, igual que ahora, me imagino. Siempre se le notaba la seriedad pero yo sabía que dentro de ella estaba sonando una carcajada. Ella fue la que me enseñó que cuando se le corta el rabo a una lagartija, ésta te maldice meneándolo hasta que se cansa, el rabo, claro. Por eso no me gusta el maltrato de los animales.
Muchas de las palabras que se están perdiendo en el lenguaje malagueño y melillense, que para el caso es el mismo o muy parecido, que actualmente se pueden leer en el Diccionario Popular de Málaga y su Provincia las recuerdo de cuando mi familia al igual que éste anciano, de ascendencia malagueña, las pronunciaban a menudo. Una copla para los que eran adictos a las tabernas, hoy bares de copas, según Paco Padilla (no se quien era éste Paco Padilla) decía así: “Al agua le llaman Lipi/ y al vino confortitatis,/ a mi no me gusta el Lipi/ porque cría Gusarapiso/ “.
Solamente los que llevamos ausentes de la ciudad durante tantos años sabemos como era Melilla. La recordamos y advertimos en nuestros viajes periódicos todos los cambios habidos durante tantas décadas. Los que no se fueron, creo que no la recuerdan como los ausentes porque al verla día a día van dejando que se desfigure, aunque crean que son ellos los únicos que la conocen y recuerdan y si alguien piensa lo contrario le envío un apretón de manos de todo corazón.
Reciban un saludo.


Juan J. Aranda

Málaga 12 Noviembre 2001



Publicado en “Melilla Hoy” el 18 de Noviembre de 2001