domingo, enero 15, 2006

A los bomberos de Melilla 20/12/2001

AL PARQUE MÓVIL DE MELILLA (bomberos)


Acabo de leer en éste periódico del domingo 2 de Diciembre que El Parque Móvil del Ayuntamiento de Melilla tiene 133 vehículos al servicio de los ciudadanos a disposición de todas las áreas y su plantilla la componen dieciséis oficiales mecánicos conductores y diez personas como personal laboral. También dice que cuidan como una reliquia un Mercedes 220-S del año 1955 que tendrán que llevarlo fuera de la ciudad; imagino que será a la Península, a que lo restauren.
Al leer todo esto y comprobar que el jefe del Parque se llama Juan Verdejo no he podido sustraerme la tentación de sacar del cajón de los papeles color sepia unos documentos que me han traído gratos recuerdos de mi niñez. De uno de los documentos se pueden ver, en una nómina del Ayuntamiento varios nombres de conductores, soldadores y ayudantes correspondiente al mes de Agosto de 1944 ( ya ha llovido ¡eh¡ ). Por ejemplo los conductores Felipe Díaz, Francisco Aranda (mi padre) y Mariano Benitez (el que conducía el camión de la carne del matadero a los mercados) cobraban al mes la friolera de 403 ptas., y a eso les descontaban 12,50 para la Caja de Previsión. Los hermanos Francisco y José Toré y José Castillo como en esa época eran ayudantes cobraban diez duros menos, o sea 350 y como era natural le descontaban 9,40. Años mas tarde, los hermanos Toré, fueron conductores. Y Cristóbal Verdejo, padre del actual jefe del Parque, que era soldador y Francisco Lorca, tornero como especialistas cobraban dos pesetas mas que el grupo de los conductores, o sea 405 siendo el descuento el mismo. Años mas tarde Lorca conducía una regadera en la que subí varias veces cuando el turno era el de mi padre. También el apellido del Alcalde-Presidente de la Ciudad me trae otro recuerdo de un señor, compañero y amigo de todos los que he nombrado, que también era conductor en aquéllos tiempos y se apellidaba Imbroda. Quizás no estén emparentados pero si lo están debe saber que aquél señor Imbroda, al igual que los demás trabajadores de Tracción Mecánica y de Bomberos se merecen, aunque sea con varias décadas de retraso, que alguien les dedique un pequeño homenaje. Tengo un oficio, también de color sepia por los años de vejez en el que se felicita al bombero Miguel Ramírez Vargas y al conductor Francisco Aranda Anaya, (éste tenía 65 años a punto de la jubilación) quienes estando francos de servicio se presentaron voluntariamente a ayudar a la extinción de un incendio en el bosque cerca de Tres Forcas. Esto es una anécdota que está registrada por oficio en el negociado de Personal el 11 de Noviembre de 1967 pero las que no se registraron ni mencionaron, que hubo centenares y variadas en tantos años, como llevar agua a muchos vecinos de los barrios como el de Cabrerizas o el mío, la calle de Castellón, en los que en una casa no y en otra tampoco tenían agua corriente y las fuentes públicas estaban mas solicitadas que algunas páginas web. O las salidas nocturnas que tenían que realizar para sacar a muchos vecinos del Industrial, Hipódromo o del barrio de De Real de sus casas inundadas por las avenidas de agua de las lluvias; también los viajes al puerto a llevar agua a los barcos anclados en el mismo. Esto es lo que yo recuerdo por lo vivido en mi familia pero habrá muchas personas que esas anécdotas las ampliarían con todo lujo de detalles.
En el antiguo patio de los talleres donde era jefe Manuel Añón, se celebraban los bailes de la verbena de la feria del Tesorillo donde mucha gente en edad de merecer se pegaban sus bailoteos bebiendo Kist y la cerveza ceutí, África Star. Los padres, que solían ser los trabajadores de esos mismos talleres, también se marcaban los valses y pasodobles que mas bien parecían que estaban desfilando con paso de marcha ordinaria. Recuerdo que mas de uno, vestido con el uniforme de conductor o de bombero y estando de servicio se despistaba un rato para estar con la familia y tomarse una cerveza juntos mientras los niños correteaban por la calle Fernández Cuevas o la plaza de Daoiz y Velarde a montarse en los “cacharritos”. Otra anécdota que mucha gente recordará es que en la tapia que linda con el río Oro atraparon a unos ladrones que robaron el cáliz y otras cosas del culto de la iglesia de Santa María Micaela, que entonces estaba en la calle Actor Tallaví frente a lo que actualmente es una gasolinera. En esa tapia construyeron una cruz donde mucha gente peregrinaba con sus rezos para perdonar a los mangantes que cometieron el sacrilegio.
Había un camión que prestaba servicios de incendio, creo que era un Leyland con la dirección sin asistir y el volante de casi un metro de diámetro que para conducirlo había que tener los brazos como dos tubos de mortadela, como los tenían entonces y cuando subía por Padre Lerchundy con sus adoquines era como un acontecimiento para los chaveas de esas calles; y otro que tenía las ruedas macizas como una tanqueta; éste ya estaba fuera de uso cuando los camiones Chevrolet de bomberos empezaron a rodar por Melilla. Quizás el señor Verdejo tenga a mano un archivo o museo del Parque de Bomberos de aquéllos tiempos y me rectifique algo, ya me gustaría; si existiera el famoso Leyland sería una pieza de museo y le echaría la pata al Mercedes, por su antigüedad, claro.
Yo he intentado en estas líneas explicar, con toda mi modestia y cariño, el recuerdo hacia aquéllos hombres que les tocó vivir una etapa de la historia de España llena de guerras, postguerra, silencios políticos y necesidades, mas bien eran calamidades y si se les hiciera un pequeño homenaje no se perdería nada, aunque apostaría que ante eso ellos sonreirían comentándolo en el bar Casablanca o en el de La Parada junto al puente del Tesorillo tomándose un café en medio de una partida de dominó junto al camarero pelirrojo, ya que cada uno de ellos era un maestro de ese juego.
Queridos y actuales compañeros de aquéllos viejos, que hoy rondarían el siglo, por simple curiosidad comparen los sueldos y la calidad de vida de antaño y la de hogaño. Solamente sonrían, por favor, porque con eso me sobra para saber que ellos, junto a ustedes, aún están prestando sus servicios en nuestra querida Melilla.
Reciban un cordial saludo de un niño de aquéllos tiempos.



Juan J. Aranda

Málaga 20 Diciembre 2001





Publicado en “Melilla Hoy” el 26 de Diciembre de 2001